Archivo mensual: julio 2014

Parabola Bíblica.

Un hombre joven llamado Joshua una vez se dirigió hacia el profeta Elías y dijo: “Elías, ¿puedo permanecer contigo por un corto periodo de tiempo y observar lo que haces? ¿Me permitirías estar contigo para ver cómo creas los milagros e interactúas con el mundo?”.frodogandalf21

A esto, Elías respondió: “Sí, puedes venir conmigo, pero debe ser bajo una condición: Por favor no hagas preguntas. Sólo observa”.

Joshua accedió, y así los dos hombres salieron y viajaron a un pequeño pueblo donde encontraron a una familia pobre cuyo sustento para vivir provenía de una sola vaca. Se sentaron con la familia por unos minutos antes de que, para el asombro de la familia y del joven, Elías se levantase, saliera y ¡sacrificara la vaca ante sus propios ojos! Perplejo y confundido, Joshua comenzó a dudar y cuestionar lo que Elías estaba haciendo en la casa de este hombre pobre. Antes de poder hablar, Elías le dijo firmemente: “espera un segundo. Te dije que sin preguntas”. Y con eso, los dos continuaron su camino.

De la casa de la familia pobre, Elías y Joshua viajaron a una segunda casa. Esta vez, el dueño era muy adinerado pero no muy cortés. De hecho, en el minuto en el que entraron a este prospero vecindario, fueron tratados por los residentes con desdén y completa falta de dignidad humana.

Su poco gentil anfitrión les dijo: “ya que están aquí, los alimentaré, pero vayan y siéntense en el cuarto de los sirvientes. Les daré pan, agua y sal para que coman, no porque quiera darles, sino porque no tengo opción. Debo seguir una tonta costumbre social que me obliga a compartir”.

Después de haber comido, Elías y Joshua se voltearon y se fueron. Pero justo mientras salían, Elías le dijo a su antipático anfitrión: “Entiendo que las paredes de tu casa se están desmoronando. Es por ello que te bendigo para que la casa sea reparada y tengas en ella todo lo que necesitas”. Pronto, con esta bendición, la casa fue reparada y al hombre se le otorgó todo lo que pudiese necesitar.

Luego ambos hombres fueron a un centro comunitario que estaba lleno con todas las personas insensibles que los habían desdeñado cuando entraban en el pueblo. Allí, para sorpresa de Joshua, Elías bendijo a cada persona para que fuera un líder en su propio derecho. A este punto, el joven estaba casi furioso. Estaba molesto con Elías por tratar a este malvado hombre y a su apática comunidad con tal bondad y cuidado. No entendía cómo el Kabbalista podía bendecir a un grupo de personas llenas de tanto ego y orgullo. A pesar de esto, él sabía que había prometido no preguntar. Así que mantuvo su promesa y siguió a Elías a su siguiente destino.

El tercer lugar que visitaron fue una modesta comunidad llena de gente bondadosa y maravillosa. Estas personas aceptaron servir a Elías y a Joshua con honor. Cuando llego el momento para que los dos hombres partieran, Elías se volteó y se dirigió al director de la comunidad y dijo: “Te bendigo para que tengas un líder únicamente”. Al escuchar esto, Joshua no podía contener su confusión y frustración y decidió que era tiempo de hablar. Quería saber por qué Elías dio todas estas bendiciones que parecían no tener sentido, así que le dijo: “Elías, escucha; no puedo resistir más esto. No entiendo qué está pasando. Por favor, explícamelo”.

Bien, suspiró Elías. “Compartiré contigo lo que realmente ocurrió. Cuando entramos al primer hogar, estaba predestinado que el hombre de esa casa perdería a su esposa ese día. Pero cuando sacrifiqué la vaca, se anuló el decreto. En la siguiente comunidad, había una fortuna escondida debajo de la casa del hombre adinerado, y si lo hubiese desenterrado, habría ganado más dinero y poder. Así que reparé aquella casa para que no buscara. Mientras que para los otros residentes de la comunidad, mi bendición sobre ellos era para que todos fueran líderes, pero ¿sabes qué ocurre cuando tienes una comunidad de puros líderes y sin seguidores? no tienes comunidad en  absoluto; esta se derrumba. En el pueblo que visitamos al final, deseé la armonía de los ciudadanos, unidad, amor y fortaleza. Los bendije para que tuvieran un solo líder y que ese líder, fuera el Creador Quien está dentro de todos nosotros”.

Avergonzado con su falta de habilidad para conectar con el panorama completo, Joshua comprendió por qué todo había ocurrido de aquella forma.

 

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El vendedor de globos, y ahí va…

Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente
había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en
la plaza principal, en donde estaban los juegos y los puestitos de
venta de cuanta cosa linda una pudiera imaginarse.
Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos
populares. Había venido de lejos todo un circo, con payasos y
equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían
hacer pruebas y cabriolas. También se habían acercado hasta el pueblo toda clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos y
juguetes para que los chicos gastaran allí los pesos que sus padres o padrinos les habían regalado con objeto de sus cumpleaños, o
pagándoles trabajitos extras.
Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de
todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su
tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran
originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las
personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar algunos.
Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en que
toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algo
extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estaba clarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora. El primer niño gritó:
-¡Mira mamá un globo!
Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron a sus
chicos o a sus más cercanos. Para entonces, el vendedor ya había
soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto
hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba
haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico
espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al
cielo.
Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores
colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que un
tropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá le comprara un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo. Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos,
consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y
que eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas,
tamaños y colores. En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.
Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos,
miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si un honda angustia
se hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se
dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó a tomarlo.
-Te lo regalo, pequeño-le dijo el hombre con cariño, insistiéndole
para que lo tomara.
Pero el niño negro, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía. Y el negrito le
contestó, en forma de pregunta:
-Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que sube
tan alto como los otros globos de colores?
Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:-Hace vos mismo la prueba. Suéltalo y verás como también tu globo sube igual que todos los demás.
Con ansiedad y esperanza, el negrito soltó lo que había recibido, y
su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmente
lo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, a
palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.
Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita
enrulada, le dijo con cariño:
-Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el
color, sino lo que tiene adentro.

globos

Mamerto Menapace

Espero que el cuento haya gustado, y muchas gracias por leerlo.

Mar García

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